Sueño de Dos
Lo que si puedo decir es que Santi significa para mi mucho más que mi amante… mucho más que un amigo, un cómplice o una aventura fugaz. Santi significa… sexo, lujuria, pasión desenfrenada y una dependencia fuera de lo normal y además, alguien que me ha enseñado a disfrutar del sexo como realmente siempre soñé… llegando hasta límites insospechados, me ha llevado a realizar las fantasías y locuras que nunca me hubiera podido atrever por mi misma.
Me gusta como sus manos exploran mi cuerpo, desde como me acaricia el pelo o mis labios hasta como sus dedos juegan con mi piel y con mi sexo, con una habilidad tremenda… disfruto al sentir su calor contra mi cuerpo, me estremezco al oír sus palabras más atrevidas a mi oído y como sus labios chupan y se comen literalmente mi coñito. Adoro su polla, es algo que me tiene completamente enganchada y estaría tocándola, chupándola y metiéndola dentro de mi continuamente… realmente la necesito.
Habría que remontarse mucho tiempo a atrás para saber como es mi vida con Santi, no quiero ponerme pesada, pero puedo empezar diciendo que mi marido, Carlos y su amigo… Santi se conocen desde hace por lo menos 10 años. Han estudiado juntos en la universidad y han sido, casi se podría decir que… como hermanos. Yo conocí a Santi algunos meses despues de empezar a salir con Carlos, mi marido. La primera vez que vi a Santi no me llevé ninguna impresión mayor de la normal si no fuera por sus atentas miradas a mi escote y sobretodo a mi culo, algo de lo que estoy muy orgullosa, por cierto.
Santi es muy bromista y bastante descarado, tanto, que la primera vez que nos presentó Carlos, me estuvo vacilando a base de bien, con continuas indirectas e incluso alguna frase subidita de tono. Eso a Carlos, lejos de importarle, parecía gustarle, pues siempre habla de las bromas y las indirectas de su amigo como algo extraordinario y fuera de lo normal y como propio de dos estudiantes que debieron celebrar bastantes juergas y fiestas juntos… a mi también me gustaron sus atrevidas palabras y ocurrentes piropos hacia mi.
Parecía todo predestinado en nuestras vidas. Carlos y yo nos fuimos a vivir a un apartamento en Barcelona y él se iba cada lunes a la universidad a esa ciudad y lo compaginaba con un trabajo allí. Al principio se llevaba mi coche pero me dejaba "tirada" a mi, hasta que se le ocurrió la feliz idea de que fuera Santi quien me trajera el coche de vuelta y regresaba con su cuñado a Barcelona.
Asi fueron pasando los días y Santi volvía de regreso con mi coche sin dejar de contarme algún chiste o alguna gracia y sin dejar de observarme detenidamente el culo a través del retrovisor. Su descaro, su gracia natural y su carácter tan abierto y tan extrovertido me encantaban… y me encantan ahora.
Santi seguía manteniendo muy buena amistad con mi marido y también conmigo, claro, precisamente por eso conoció a una compañera de mi trabajo que yo misma le presenté y que se llama Susana. Al final, por cuestiones del azar acabó siendo su mujer.
Susana y yo, somos buenas amigas y siempre andábamos hablando de ellos y supongo que ellos también hablaban de nosotras. Entablamos una buena amistad las dos parejas y fuimos a nuestras respectivas casas en varias ocasiones y a algún acto juntos, pero esporádicamente al principio.
Por obra del destino, en el que creo fervientemente, Carlos y Santi comenzaron a trabajar en la misma empresa y eso originó que nos viéramos más veces los cuatro, asistiendo a reuniones y cenas de empresa.
Por entonces, yo siempre andaba muy atareada, pues aparte de mi trabajo, seguí estudiando en la universidad para acabar mi carrera y al mismo tiempo, mantenía mis clases de ballet, entre otras cosas porque me encanta bailar y por otro lado porque mantiene mi cuerpo en buena forma física y de paso también mi figura.
Cuando salíamos juntos los cuatro, notaba que Santi me miraba más de lo normal, claro que al principio no le daba importancia, quiero decir que eso podía ser una observación natural de un hombre hacia una mujer, además que… todo hay que decirlo: una no está mal y siempre me gusta vestir elegantemente pero al mismo tiempo muy sexy y atrevida, con ropas ceñidas que siempre realzan mi cuerpo y eso a los hombres les encanta y por supuesto a mi también , creo que tengo un cuerpo bonito y me agrada lucirlo y que lo admiren... Varias veces pillé a Santi echándome un vistazo a mis piernas o las posaderas, algo que le ha vuelto completamente loco, y en más de una ocasión me lo dijo con cierta ironía. Él disimulaba, pero era inevitable que yo le descubriera y me limitara tan solo a sonreírle como diciéndole "eres un niño malo…" Sin embargo a mi me encantaba sentirme observada por él… se puede decir que prácticamente me devoraba con la mirada y eso me ha vuelto loca siempre.
Yo al tiempo tampoco dejaba de observar a Santi, siempre con disimulo, pues al principio lo hacía estando Carlos delante y no era plan de que te pillen observando la increíble anatomía de su amigo. Santi es un tío muy guapo, de los que te fijas al primer vistazo… más o menos de mi altura, tiene el pelo castaño, boca pequeña, ojos pequeños pero de un color café divino, son preciosos y muy muy expresivos, casi habla con ellos. Su nariz, recta, muy elegante, pelo liso, castaño, hombros anchos y un trasero de caerse de espaldas, complexión fuerte, vamos que está muy bueno. Sin embargo lo que más me llamó la atención de Santi desde el principio es su carácter, tan marcado, con tanta personalidad, tan arrollador, tan simpático, tan bromista, tan atrevido… eso me tenía fascinada.
No sé cuando se produjo la chispa entre los dos, creo que es algo que fue incubándose poco a poco, me imagino que el origen de todo fue una cena de empresa donde bebimos más de la cuenta y acabamos contando chistes verdes, algo que me producía mucha risa, pues Santi los cuenta con mucha gracia, como casi todo. Además, eso de que yo disfrutara tanto con sus chistes y anécdotas, pareció entusiasmarle y en un momento me dijo una frase que me encantó:
Lydia, contigo da gusto, aparte de ser preciosa, eres muy simpática y no tan seria y aburrida como otras mujeres de la empresa, son todas tan estiradas…
Como eres Santi… seguro que eso se lo dices a todas.
No, te lo prometo, tu eres diferente…
Un día le pidió a mi marido la dirección de mi correo electrónico y a partir de ese día fueron llegando a mi bandeja de entrada innumerables chistes y anécdotas de todo tipo. Poco a poco las bromas se fueron tornando más y más picantes.
Al principio yo le comentaba a mi marido los correos que intercambiaba con Santi y Carlos no le daba mucha importancia a este hecho, pero a medida que esos emails iban tornándose más "verdes" y comprometidos de lo normal, yo tampoco le contaba todos los que recibía.
Recuerdo uno con mucho cariño pues me hizo ponerme colorada y muy caliente con sus palabras, decía algo así como:
"Querida Lydia: Ahí te mando una foto con unos tangas que son muy sexys y que espero te gusten, naturalmente estoy seguro que a ti te quedarían mucho mejor que a las chicas que aparecen en las fotos, aunque eso me gustaría verlo personalmente"
Le contesté diciendo que ese tipo de cosas solo las vería mi marido, pero en el fondo deseaba que fuera él quien me viera en tanga e incluso sin tanga…
Un día recibí otro correo de Santi que "supuestamente" no iba dirigido a mi, sino a un amigo suyo. Le contaba a este que había conocido a una chica, que era la esposa de un amigo suyo y que era muy simpática, que estaba buenísima y que le gustaba muchísimo, la describía de tal manera que no había duda que era yo esa persona. Además de describirme físicamente, comentaba a este supuesto amigo, cuanto deseaba estar junto a mi, verme sonreír, y llegar algún día a acariciar ese culo que tan loco le vuelve.
Fui yo la primera que le envié un correo con una historia erótica escrita por mi misma, pero le dije que era de otro autor. Su impresión fue muy grande cuando dijo haberse puesto como una moto y habiéndose excitado más de lo normal. Además me dijo que era muy mala por enviarle esas cosas y que no era bueno que se pusiera tan cachondo cuando estaba trabajando. Yo le dije que era mejor así, pues cuando llegara a casa, desahogaría todas sus penas.
Después de un tiempo, me encontré a Santi en el gimnasio donde practico algún ejercicio los viernes y sábados:
Hola Santi, ¿qué haces tu aquí?
Mira, que me apetece hacer algo de ejercicio y sabía que tu venías por aquí…
Vaya que bien, así no estaré solita.
Santi y yo coincidimos en el gimnasio en más de una ocasión, aunque supongo que eso tampoco era realmente una coincidencia. Corríamos juntos en las cintas o pedaleábamos en bicis estáticas. Después siempre me esperaba a la salida y bien me acompañaba hasta el coche o como en una ocasión que me invitó a tomar una bebida isotónica en el bar del gimnasio.
Oye Lydia, ¿te vienes al bar a tomar algo?
Pero es que Santi… tengo algo de prisa…
Oye preciosa, parece que te doy miedo o algo así.
No, tonto, para nada, pero es que…
O a lo mejor no quieres estar conmigo.
Claro que quiero Santi, me siento muy a gusto contigo.
Esas palabras sonaron extrañas incluso para mi, pero él me agarró la mano y me sonrió, aquello me hizo sentirme muy bien y seguimos charlando muy animadamente durante un buen rato.
¿Sabes? Tengo que contarte algo Lydia… El otro día me divertí mucho con el relato que me enviaste, bueno, me puse muy caliente y tuve que masturbarme en el baño, no aguanté mas, era realmente bueno y muy cachondo…
¿De verdad? – le contesté riendo.
Si, te lo juro, es una historia muy buena, ¿de quien es? ¿quién es el autor?
Es mía.
¿Qué?. No me lo creo. Eso es imposible.
Si, ¿por qué no va a ser verdad Santi?, escribo relatos… ¿te gustan?
Me encantan. No sabía yo esa faceta tuya. ¿tienes más?
Le dije que le enviaría más relatos a su e-mail y que a mi también me gustaba recibir sus correos "picantes". Todo era un juego muy inocente, por eso nunca pensé que llegaría más allá de eso.
Recuerdo como Santi me enviaba sus propias experiencias sexuales con todo detalle o sus sueños más rocambolescos y más calientes, incluso me ponía a mi como protagonista de esas fantasías eróticas… y eso, naturalmente, me calentaba más de lo normal y en más de una ocasión tuve que salir corriendo de la pantalla del ordenador e ir al baño a masturbarme, pues no era dueña de mi. Alguna vez nos escribíamos algunas cosas que nos hacían excitarnos a los dos, como aquellas veces que me ordenaba quitarme las braguitas e ir sin ellas en el trabajo…
Un buen día le pidió mi teléfono a Carlos con la excusa de enviarme chistes y más bromas. A partir de ahí, los mensajes llegaban continuamente a mi teléfono, unas veces con cualquier tontería y otras para decirme que era muy guapa y muy buena amiga por escucharle y por entenderle…
Recuerdo con emoción el día que me llamó por primera vez y al oir su voz, sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Cuanto me gustó oirle al otro lado del teléfono. Me pasaba una cosa curiosa con Santi, cuando me llamaba, mi cuerpo se transformaba, instintivamente mis pezones se endurecían y empezaba a humedecerme involuntariamente. Sabía que aquello estaba comenzando a ponerme en una situación difícil, ya no se trataba de recibir con agrado la llamada de un amigo, era la necesidad de oírle, de escuchar su voz, de desearle con todas las ganas, de enredarme en sus brazos y que me follara como nadie lo había hecho antes, se estaba convirtiendo en una adorable obsesión:
Hola Lydia.
Hola Santi ¿qué tal?
Como me alegra oír tu voz… ¿qué tal estás? Me encantaría verte, te echo mucho de menos…. A ti y a tu endiablado culito. Te invito a un café, ¿aceptas o tienes prisa…? – preguntó irónicamente.
Es que hoy no puedo…
Bueno, pues mañana.
Pero es que…
Sin peros, en el café Royal a las 5. ¿vale?
Al día siguiente me presenté en aquel café, muy nerviosa, sabía que no estaba actuando bien, sabía que aquello era el comienzo de algo sin retorno y de lo que posiblemente me arrepentiría, sin embargo quería ir, quería estar otra vez con él, me sentía tan a gusto… quería tenerle cerca, escucharle, oírle…
¿Sabes Lydia? – me dijo nada más llegar e invitándome a sentarme junto a él en una mesa. – Hoy he soñado contigo. Bueno, he soñado muchas veces contigo, pero el de hoy ha sido muy romántico y muy real, Te cuento: Íbamos juntos de la mano y después fuimos caminando por un bosque o algo así y al final acabamos besándonos, algo muy limpio y romántico, no te vayas a creer… - me decía sonriendo y mirándome fijamente a los ojos.
¿No me digas Santi? ¡Yo también he soñado contigo!
¿De verdad? Cuéntame, ¿qué soñaste?
Es que el mío es un poco…
¿Es… que?
Algo menos limpio que el tuyo, más bien todo lo contrario.
Cuéntame, estoy intrigado.
Me da un poco de reparo…
Lydia, tenemos confianza, mujer…
A partir de ese momento le relaté mi sueño y con todo detalle:
Pues… el sueño era que tú me invitabas a un café en un sitio como este, yo vestía una falda como la que llevo ahora y me metías tu mano lentamente por ella y acariciabas mis muslos, después llegabas a mi sexo y me tocabas con tus habilidosos dedos.
¿En serio? – contestaba él con los ojos abiertos de par en par.
Si, así era… muy real…
Sigue, sigue… cuéntamelo todo.
Pues después nos besábamos primero pequeños "piquitos" y luego un morreo de campeonato, solo de recordar eso me pongo cachonda… al final acabábamos acariciándonos y metiéndonos mano por todas partes.
Guauuu… vaya sueño…. ¡Sigue por Dios!
Después nos íbamos a un hotel y allí seguimos acariciándonos y tocándonos como si se fuera a acabar el mundo, yo te quitaba la ropa lentamente y tu hacías lo mismo con la mía. Mientras nos desnudábamos besabas mi cuello y me mordías en el lóbulo de la oreja. Yo mordía tus hombros y besaba tu pecho y tus tetillas.. luego bajaba con mi lengua para jugar con tu ombligo haciendo círculos alrededor de él y mientras te miraba a los ojos y tu me sonreías. Tu acariciabas mi cintura y luego mis muslos, metiendo tu mano entre ellos llegaste a mojarte tu mano con la humedad de mi chochito que estaba empapado. Me besabas allí y yo disfrutaba gimiendo como loca. Yo también besé tu pene y acaricié tu culo y luego me metí todo tu miembro en mi boca…
La cara de Santi se iba poniendo roja mitad de asombro y mitad de excitación, podía ver un brillo en sus ojos que denotaba su gran excitación, al igual que yo que me estaba poniendo supercachonda y notaba como mi coñito emanaba flujos empapando mis braguitas.
Sigue Lydia, no pares…
Yo seguía acariciando tu culo, sin dejar de besar tu… polla, tu acariciabas mi pelo, entonces me levantaste, me cogiste en volandas y me penetraste… yo me sentía en el cielo cuando tu glande rozaba mi clítoris y te arañaba la espalda dejándote marcas cuando acabó entrando entero dentro de mi. Después me puse a cuatro patas y desde atrás volviste a penetrarme con ganas y yo sentía un gusto muy intenso. Yo no dejaba de gritar como loca. Luego me tumbaste en la cama, con mi coñito al borde y después de ponerme mis pies sobre tus hombros volviste a penetrarme por tercera vez haciéndome ver las estrellas… Tu me penetrabas salvajemente y me gustaba verte enloquecido en cada una de tus embestidas. Yo me arqueaba para notar más adentro tu polla y que la penetración fuese más placentera todavía. En ese momento me miraste fijamente con la señal inequívoca de que ibas a correrte. Yo quería que te corrieses dentro de mi, pero preferiste hacerlo fuera y me bañaste el pecho con tu semen que yo esparcía por todo mi cuerpo. Fue maravilloso y tan real que tuve un sueño muy mojado como nunca he tenido en mi vida… no quería despertarme y sentí como un vacío al acabar ese sueño.
Ufff Lydia… es increíble… quiero que eso se haga realidad – me contestaba él con cara de vicio.
Que tonto eres Santi… es solo un sueño, no puede ser verdad…
No… quiero que ese sueño se haga realidad… es fácil que todo eso que soñaste y que tanto has disfrutado se cumpla… intentémoslo juntos, por favor Lydia…
Vete al cuerno Santi… eso no puede ser.
Recuerdo que yo le respondí muy enfadada y me levanté de allí muy airosa, pero sin embargo me sentía tan caliente y tan deseosa de ver cumplido mi sueño que me fui por miedo a arrepentirme, mi corazon palpitaba y todo mi cuerpo temblaba por la emoción, pues lo que más deseaba en ese momento era que Santi me hiciera sentir tanto placer como me hizo sentir en el sueño. Imaginaba como sería en realidad si Santi me follara igual que lo hizo en mi sueño y eso, en cierto modo, me torturaba…
Un día nos fuimos de excursión los dos matrimonios y lo pasamos en grande en un pueblo costero cercano. Cuando llegó la hora de comer, Santi se sentó a mi lado. Al principio no pasó nada de particular, pero a medida que íbamos bebiendo el vino, se atrevió a tocarme la pierna por debajo del mantel y justo enfrente a mi marido. Su atrevimiento hubiera sido motivo de que me apartara al instante o peor aún, que le hubiera dado una bofetada muy enfadada por su actitud, sin embargo, no solo me dejé acariciar por sus dedos, sino que disfruté plenamente . Sus dedos rozaban ligeramente mi rodilla y subían por el muslo. Estaba loco y yo también, pues no le quité la mano a pesar de estar tan cerca de Carlos y de Susana. Tan solo cuando vi el peligro tan cerca que parecía inevitable el ser descubiertos, le dije con una mirada furtiva que tuviera mucho cuidado, su mujer o mi marido podrían darse cuenta...
Después de la comida dimos un paseo todos y Santi aprovechó un momento en el que nos quedamos solos para decirme un susurro al oído que ahora todavía recuerdo como si no hubiera pasado el tiempo:
Como me gustaría estar a solas contigo, Lydia… me gustaría tocarte el culito tan precioso que tienes… me muero por besarte… por comerte entera… tú si que eres un sueño… un sueño hecho realidad….
Yo solo me limité a sonreírle y a hacerle un gesto con mi dedo como diciéndole que estaba completamente loco, que se callara inmediatamente.
Cuando llegué a casa recibí un mensaje en mi móvil en el que me hacía la siguiente pregunta:
"¿Te han gustado mis caricias?… A mi me han vuelto loco… quiero repetirlo"
Yo enrojecí al ver el mensaje, pero no por lo que decía sino por la excitación de pensar que esa escena podría repetirse y lo espera ansiosamente.
Unas semanas después, cuando llegó el día de mi cumpleaños, fue Santi el que recomendó a mi esposo, que el mejor regalo que podía hacerme a mi, era una fiesta sorpresa. Naturalmente él se autoinvitó a esa fiesta y me sorprendió mucho cuando llegaron a casa, él, su mujer, mi hermana y su marido. Menos mal que Carlos me había pedido que me pusiera guapa, pero si que fue una grata sorpresa de cumpleaños. Yo llevaba un vestido de tirantes con escote y hasta media rodilla. Además, debido a que el vestido se ajustaba mucho llevaba un tanga debajo para que no se notaran las marcas de las costuras…
Yo noté que Santi se sintió muy impresionado, porque normalmente no me ve tan elegante y con ese vestido yo me veía muy sexy, eso pareció excitarle mucho también.
Todos se habían puesto de acuerdo para agasajarme con aquella fiesta sorpresa y me hicieron diversos regalos, estaba todo preparado con antelación, incluída la comida que la sirvió una empresa de catering. Fue un bonito y original regalo y todo un detalle, sobretodo sabiendo después que el autor de aquella ingeniosa idea era Santi, algo que como podía sospechar no se le podía ocurrir nunca a Carlos
Cuando comenzamos a cenar, yo estaba justo enfrente a mi hermana y su cuñado, a mi derecha estaba Carlos y a mi izquierda Santi, a la izquierda de este estaba su esposa, Susana.
No pasó mucho tiempo hasta que en un momento del brindis con nuestras copas, una mano temblorosa y caliente atacó por mi izquierda, era Santi que quería repetir la experiencia de la excursión. La mano se posó sobre mi rodilla y comenzó a hacer círculos muy lentamente.
Me quedé quieta, esperando la reacción suya, la de los demás y la mía propia. Evidentemente nadie se daba cuenta, pues su mano "atacaba" sigilosamente por debajo del mantel. No hice nada por detenerle ni tampoco quería hacerlo…
Sus dedos seguían rozando mi rodilla, la acariciaban en círculos y yo deseaba que subiera más arriba… a continuación y como leyendo mi pensamiento, esa mano subía por mi muslo sin impedimento, pues mi vestido era holgado y de una tela muy suave lo que le permitía que subiera a medida que avanzaba su mano hasta mi sexo. Sus dedos esta vez estaban en la parte interior de mis muslos e inmediatamente mis pezones se pusieron duros como piedras, se podían ver a través de la tela de mi vestido. Hubo un momento en el que mi hermana pareció percatarse al verme así, pues se quedó mirándome extrañada, era casi evidente mi calentura, mis pezones en punta, mis mejillas al rojo vivo y mi posición tan embarazosa… pero después ella continuó cenando, algo que me tranquilizó.
Mientras tanto las suaves y calientes manos de Santi seguían explorando la cara interna de mis muslos haciéndome sentir un gusto grandísimo… Cuando sus dedos llegaron hasta mi tanga, casi me caigo de la silla, me quedé inmóvil, creo que mi cuerpo se estremeció y noté como mis mejillas ardían. Nunca antes había sentido nada parecido y creo la situación tan morbosa ayudaba a ello. Santi me sonrió cuando llegó a tocar mis reducidas braguitas y después acarició mi rajita de arriba abajo varias veces hasta que de mi garganta salieron unos pequeños ronquidos, casi ronroneos, estaba en la gloria.
A continuación apartó la mano pues la situación era complicada y muy muy arriesgada, pero eso me encantó, me hizo ponerme como una caldera…
La fiesta duró toda la noche y en alguna otra ocasión, aparte de nuevos escarceos por debajo del mantel y sutiles caricias en mis muslos y en en mi tanga siguiendo la linea de mi rajita, Santi intentó acercarse y acariciarme furtivamente como lo había hecho bajo la mesa, pero queriendo ir más allá, sin duda que la excitación le tenía ciego, pero yo le esquivé, creo que mi responsabilidad pesaba sobre su atrevimiento, aunque en el fondo era lo que yo más deseaba… estaba cachondísima, no podía mas… quería sentirme abrazada a él, notar sus caricias sobre mi cuerpo, su lengua sobre mi piel y su polla penetrándome hasta lo más hondo de mi ser.
Dos días mas tarde de aquella fiesta recibí una llamada de Santi en mi teléfono móvil. Yo estaba en casa, dispuesta a ir a clase.
Hola preciosa.
Hola Santi, ¿cómo estas?
Cachondo, estoy muy caliente y quiero seguir lo que no acabamos el otro día…
Definitivamente… Santi… estás loco, como una cabra.
Si. Lo reconozco. Estoy loco por ti, Lydia.
Que tonto eres…
Me encantó tocarte el otro día Lydia, es algo que siempre había soñado y ahora todavía no me lo creo… ¿te gustó?
Si Santi, pero todo esto es una locura y… - apenas pude acabar la frase.
Lydia te voy a buscar a la universidad y quiero regalarte algo que no pude darte en tu cumpleaños.
Pero Santi… yo no…
Lydia…. No luches contra lo imposible, tu lo estás deseando tanto como yo… se que quieres estar conmigo y no lo puedes evitar, ¿porque te torturas?
Santi tengo miedo… siento algo extraño… estoy confusa…
Lo que sientes, yo también lo siento y hasta que no estemos juntos los dos no comprobaremos cuales son todas esas cosas que sentimos y que nos tienen confundidos…
De acuerdo Santi… tendré que darle alguna excusa a Carlos…
Ok, lo dejo en tus manos, eres inteligente y sabrás actuar.
Le dije a mi marido que me habían llamado del taller y que tenía que llevar el coche para una revisión con un problema del motor y que no volvería a casa hasta la noche. La cosa pareció convencerle y no tuve que darle demasiadas explicaciones.
A continuación me fui a la peluquería, pues quería estar guapa y sexy para Santi, estaba loca, completamente loca, pero era lo que más deseaba en ese momento.
Estaba esperándole junto a una parada de autobús como una colegiala… muy nerviosa y muy excitada. Me había vestido para la ocasión elegante y sexy a la vez. Vestía unos pantalones muy ajustados color marino y que se amoldan a mis muslos y a mi culito, que le resalta muy bien y una blusa amarilla que me sienta de miedo, además de unas sandalias de tacón fino. Llevaba también una ropa interior blanca muy sexy, siendo el sostén muy pequeño sin tirantes y mis bragas, un tanga minúsculo, la verdad es que iba con la idea de sorprenderle. Además con mi peinado nuevo me sentía muy guapa.
Santi llegó en su coche y se bajó para admirarme, sin duda que se quedó impresionado. Me tomó de las manos y no dejaba de observarme bastante extasiado. Yo también me quedé impresionada al verle, pues estaba guapísimo y elegante pues venía de una reunión muy importante: Vestía unos pantalones Docker’s color caqui y una camisa blanca. Llevaba también unas gafas de sol que le hacían todavía más interesante.
¿Qué hacemos ahora Lydia?
Me hizo esa pregunta mirándome fijamente a los ojos y era lo que los dos nos preguntábamos una y otra vez y que queríamos resolver definitivamente.
Vayamos a un hotel.
Esa fue mi respuesta, más que rotunda y casi se podría decir que inconsciente, pues ni siquiera entendía como podía haber salido de mi boca.
Me tomó de la mano y me sonrió, él tampoco creía que lo que pasaba era real… yo tenía la misma sensación, era mi sueño echo realidad.
Nos metimos en su coche y no hablamos durante todo el trayecto, parecía que evitábamos hacer ningún comentario para no estropear lo que sin duda se avecinaba, los dos estábamos excitados, eso era más que evidente.
Santi lo tenía claro, siempre me ha encantado su seguridad, eso le hace un hombre todavía más deseable… si cabe. Llegamos al hotel. Un lugar discreto, pero nuevo y muy bien decorado. Entramos en la habitación y yo, como hago siempre que voy a un hotel, me senté en el borde la cama y boté sobre mi misma para comprobar la dureza del colchón… es una manía.
Santi se quedó de pie, frente a mi, mientras yo le contemplaba sentada al borde de la cama muy nerviosa y excitada. Me hizo un increíble streap tease. Se fue soltando de la camisa botón a botón y después el cinturón. Su pecho está depilado y me gustó ver el cuerpo musculoso y bien formado. Se bajó los pantalones y se quedó unos instantes con sus boxer blancos y con un abultamiento más que notable bajo ellos. Instintivamente mi vista se dirigió allí y estuve expectante para descubrir por fin, como era Santi desnudo, algo que había imaginado muchas veces e incluso soñado, pero que en ese momento era real y estaba sucediendo a pocos centímetros de mi.
Al fin se despojó de su última prenda y quedó ante mi completamente desnudo ante mis atónitos ojos…. Creo que enrojecí al ver su polla en erección, era algo que deseaba tanto… mi calentura era ya más que evidente y él lo notaba. Nunca imaginé que tuviera un pene tan grande, quizás porque mi marido siendo más alto que él, lo tiene bastante más pequeño… pero me llamó la atención sobretodo su glande, tremendamente grueso y muy atrayente, brillante, sonrosado y pidiendo a gritos que me lo comiera, me pareció como un trofeo que me había ganado con creces y que quería tener entre mis manos, entre mis dedos, en mi boca y dentro de mi…. Sin embargo yo estaba inmóvil… como una estatua y era Santi quien tomaba las riendas. Me ofreció su mano y me invitó a levantarme. Me quitó los botones de la blusa sin dejar de mirarme a los ojos, todo esto sin pronunciar una sola palabra. Solo se oía en la habitación la melodía del hilo musical y nuestras respiraciones y suspiros. Me despojó de la blusa y observo el pequeño sostén que apenas abarcaba mis tetas que parecía querer salir de esa prisión. Agarró las dos con sus manos y las amasó ligeramente.
Sonrió, con esa sonrisa que me vuelve loca y que me calienta tanto…
A continuación me desabrochó el pantalón ajustado que llevaba y él se iba agachando a medida que lo iba bajando por mis muslos… sin duda que él disfrutaba haciéndolo y yo que lo hiciera. Se quedó como embobado mirando mi tanguita y después sonriéndome desde allá abajo. Volvió a incorporarse y me quitó el sujetador con cierta maestría. Mis tetas por primera vez aparecieron ante sus ojos. Volvió a acariciarlas, pero esta vez se recreó haciéndolo y su lengua pegó un lametón a uno de mis pezones. En ese momento yo no pensaba en nada, ni siquiera si aquello estaba bien o mal , sino en lo bien que me sentía y las ganas que tenía de follar con Santi, de ser suya y de que el fuera mío.
Luego se agachó y lentamente me fue despojando de mis minúsculas braguitas tanga hasta dejarme completamente desnuda frente a él. Mi chochito recortado y bien arreglado, le gustó, y con su pulgar acarició los pelitos de mi pubis. Tuve que agarrarme a su cabeza para no caerme al suelo.
Yo no aguantaba más asi que fui yo la que tomó la inciativa en ese momento y le hice que se incorporara para quedar desnudo frente a mi. Nos abrazamos cálidamente y al sentir su cuerpo contra el mío casi me muero… que gusto tan grande sentir su piel contra mi piel… lo que siempre había querido lo tenía ahora aquí entre mis brazos…
Volví a sentarme en la cama y agarrando su polla por la base, empecé a lamerla con mi lengua. Hacía un recorrido a lo largo de toda ella y después mis labios rodearon su enorme glande que parecía no iba a entrarme en la boca, era muy muy grueso.
Yo seguía chupando una y otra vez aquel enorme tronco y de vez en cuando le miraba a los ojos… nuestras miradas se cruzaban y él solo resoplaba de gusto… Le estaba haciendo un mamada a Santi, lo que tanto había deseado y lo que él tanto había esperado…
No quiso que siguiera para evitar correrse, quería hacerlo dentro de mi. Me tumbé en la cama, con mi coñito en el borde. Él se agachó y con ese precioso y enorme glande empezó a pasarlo por mi rajita arriba y abajo… yo creía morirme de gusto… solo gemía y ronroneaba como una gata en celo… al fin me incorporé, le agarré por la nuca y solo pude emitir un susurro, pues casi no me quedaban fuerzas para hablar:
Santi… fóllame….
Así lo hizo, cuando volví a tumbarme sobre la cama, el enorme y divino "instrumento" de Santi se abrió paso entre los labios dilatados y húmedos de mi vagina y centímetro a centímetro se fue metiendo dentro de mi.
Me resulta muy difícil describir la sensación de gusto que sentía lo que si puedo decir es que tan solo pude agarrarme con mis uñas a su espalda y arañarle, tal y como ocurría en mi sueño. Él gritaba mi nombre y yo el suyo… era algo tan deseado que lo hacíamos con desesperación… me penetraba violéntamente, como yo quería que lo hiciera, así y no de otra manera… salvajemente… Sus huevos chocaban contra mi sexo y su enorme polla me hacía gemir como nunca… A los pocos minutos de vaivén su pene pareció incharse dentro de mi y después comenzó a descargar varios chorros de semen que parecían entrar hasta lo más hondo de mi matriz. Me encantaba sentirme llena con su leche caliente… era lo que siempre había querido, sentirme llena de verdad y Santi lo estaba consiguiendo…
Santi jadeaba y no dejaba de penetrarme lo que hizo que mi clítoris también se dilatara y todo mi cuerpo se estremeciera de gusto… me corrí como nunca lo había hecho, entre jadeos, suspiros y gemidos de Santi y rodeada a sus brazos con los míos y mis piernas sobre sus caderas… el orgasmo fue increíble…
Después de ese mágico momento permanecimos desnudos, sin separar nuestros cuerpos, pues así era como los dos queríamos estar…
Durante unos minutos permanecimos en silencio desnudos tumbados junto a la cama y mirando al techo como imaginando lo que nos acababa de pasar… nuestras manos estaban unidas… casi pegadas. Pronto reaccionó el pene de Santi, cuando le dije al oído las ganas que tenía de tener eso dentro de mi. Más todavía cuando me incorporé sobre su polla y me la metí en la boca nuevamente…
Al poco rato estábamos follando de nuevo y como si fuera la primera vez… después otra postura, estando yo encima de él y sintiendo como su polla me taladraba las entrañas… cabalgando como una posesa y yo me moría de gusto…. Le hice después otra mamada de campeonato y así hasta cuatro veces y hasta que quedamos completamente exhaustos…
Permanecimos abrazados no sé por cuanto tiempo… allí tirados en la cama y nuestros cuerpos desnudos enlazados. Solo comentábamos lo bien que lo habíamos pasado, las ganas que teníamos y las veces que lo teníamos que repetir.
Pasaron casi 5 horas. Después de ducharnos y vestirnos sonó su móvil. Era Susana, Santí habló con ella como si estuviera todavía en el trabajo y cuando colgó, me agarró en volandas y mi cuerpo se enganchó al suyo… me dijo:
Te adoro Lydia. Imagina que estamos haciendo esto en la oficina… o en cualquier otro sitio… ¿te lo imaginas?. Me gustaría que no nos viéramos a escondidas… me gustaría estar siempre contigo… quiero tenerte junto a mi, besarte, tocarte, acariciarte, hacerte el amor…
Hubo un silencio que se mantuvo incluso en el coche de camino a casa, el mismo silencio que hubo en el viaje de ida al hotel.
A los pocos días recuerdo que nuestra locura llegó a más todavía, pues no controlábamos la situación como dos personas adultas sino como dos chiquillos sedientos de sexo y de pasión. Fue el día que Santi le pidió a mi marido que le arreglara unos papeles y unos problemas en el banco, pues Carlos tiene un amigo allí.
Carlos hizo el favor a su amigo y en el trayecto que separa nuestra casa del banco, metí el coche de mi esposo en el garaje y Santi aprovechó para meterse conmigo dentro de casa. Al cerrar la puerta del garaje nuestras manos buscaban el cuerpo del otro con una desesperación increíble… nos besamos como dos colegiales que hacen algo malo, sabiendo que era una locura y la idea de que mi marido llegase en cualquier momento, nos excitaba todavía más. Pero como eso no parecía ser lo único que nos calentaba, fuimos más lejos… Sus manos acariciaban mi espalda y su boca besaba mi cuello… luego su mano se metía bajo mi falda y exploraba mis muslos… cuando de pronto se encontró que no llevaba nada bajo la falda y se separó un momento de mi y me dijo:
No llevas braguitas… eres una guarrilla.
Si – le dije sonriendo y mirándole a los ojos - … soy tu guarrilla.
Sus dedos siguieron acariciando mi culo y yo le arañaba la espalda por debajo de su camisa… notaba el calor de su cuerpo y el notaba el mío. Mi coñito emanaba flujos sobre sus dedos y él se los llevaba a la boca y los saboreaba. Después introdujo sus dedos en mi chochito y uno de ellos se introdujo en mi culito.
Volvió a mirarme a los ojos y me dijo:
Ese culito tiene que ser para mi.
Pero es que yo nunca…
Schssssss… te digo que ese culito es para mi.
Claro que si, mi vida… ese culito es para ti y para nadie más. ¿cuándo me lo vas a romper?
Ni yo misma me reconocía diciendo esas palabras, cuanto más guarras sonaban saliendo de mi boca, más me excitaban y por supuesto también a Santi. Sus manos acariciaban mis tetas y pellizcaban mis pezones… queríamos más y más… incluso con el riesgo de ser atrapados con las manos en la masa lo hacía todavía más cachondo.
Me agaché y le hice la mamada más concienzuda que le he hecho nunca a nadie. La imagen era una estampa. Santi junto a la puerta y con los pantalones por los tobillos y yo de rodillas chupándosela con todas mis ganas y aplicándole unas buenas lamidas y chupetones, comiéndomela literalmente como si se tratara de un caramelo. No tardó mucho en llegarle el orgasmo a Santi y para evitar manchar nada y ser descubiertos le dije que lo hiciera en mi boca. Se extrañó al principio, pero después de mi insistencia, apoyó su glande en mi labio inferior y comenzó a descargar su semen que chocaba contra mi paladar… tragué todo, hasta la última gota y disfruté haciéndolo… Casi unos segundos después se oían las llaves de mi marido que se acercaba a la puerta, corrimos como dos críos hasta el comedor y Santi todavía abotonándose los pantalones. Cuando llegó Carlos nos encontró hablando de trivialidades como si nada hubiera pasado. Fue algo tan cachondo y extraño que todavía ahora lo recuerdo y me excito muchísimo, tan solo de pensarlo. Estoy segura que si hubiéramos estado un tiempo más juntos habríamos llegado aún más lejos y posiblemente Carlos nos hubiera pillado infraganti.
Unos días más tarde recibí una llamada de Santi y hablamos de que nuestra relación no estaba bien. Los dos éramos dos grandes amigos, pero nuestras parejas también lo eran respectivamente, yo era muy amiga de Susana y Santi lo era de Carlos, eso nos hacía sentirnos mal. Sin embargo dos días después estábamos de nuevo en aquel hotelito follando como salvajes… es difícil describir esta relación, pero es una relación que a los dos nos gusta mantener a pesar de que nuestras cabezas piensen lo contrario… nuestros corazones y nuestros propios sexos dicen que esto es lo que queremos y es… un sueño de dos.
Ahora nuestro sueño es el de estrenar mi culito... pero estoy asustada, no creo que su enorme aparato entre en mi estrecho agujerito.
Lydia
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