Mi desfloración
Desde muy temprano comprendí que no era igual a los otros niños, me sentía diferente. Entre los 11 y los 12 me empezaron a atraer algunos chicos de 13 y 14, si me gustaba su cara, les miraba el cuerpo, sus manos, y me fijaba en su bulto, especialmente cuando estaban sentados con las piernas abiertas como se sientan ellos se les nota más. Por mi manera de ser, esos chicos me empezaron a decir ¡déjate!, ¡déjate conmigo! Y hasta algunos me palpaban las nalgas. En mi cuarto tenía un ropero con un espejo grande, me desnudaba, me ponía medias nylon negras de mi tía y me miraba el culito en el espejo, me sobaba los pezones despacito, me daba palmaditas en las nalgas cada vez más fuertes, pensaba en un chico grueso, fuerte, en su bulto, deslizaba mi dedo con salivita por mi ano y con la otra mano seguía sobándome los pezones, quería sentir algo más gruesito por atrás pero me daba miedo de hacerme daño o de abrirme, porque a los chicos les oía decir “cómo quisiera un culito cerradito para romperlo”. Yo quería tenerlo cerradito para alguna vez dárselo a algún chico y que me lo rompa, pero también me daba miedo, no sabía cómo era eso de “romper”, no sabía si dolería. Con esas dudas y deseos llegué a los 14 con el culito virgen. Tenía y tengo el pene muy chiquito, en el baño yo les veía su cosa a chicos menores que yo, de 12 años que lo tenían 4 veces más grande, como de 10 o 12 centímetros cuando se les paraba en la ducha por el agua caliente y el jabón, y aunque disimulaban yo me fijaba que era claro que ellos eran 25 veces más hombres pues yo me sentía diferente, tan diferente que me sentaba para orinar. Yo vivía con mi tía, ya hacía dos años que me llevó al médico que dijo que yo era homosexual, que no había nada que hacer, y que mejor era aceptar lo que yo era, y mi tía me aceptó así. Ella tenía una casita de playa, y fuimos a pasar el verano allí. Desde el primer día vi chicos guapos en la playa, como yo soy blanquito, me gustan los chicos morenitos, cuanto más morenitos y bien formados mejor. Un día que estaba sentado en la arena divisé que se acercaba caminando un muchacho que parecía tener 18 años, moreno, grueso y muy simpático, se acercó y me preguntó cómo me llamaba y cuantos años tenía, le dije André y tengo 14. Me dijo que me hacía dos días que me observaba y quería ser mi amigo y si quería algún favor se lo pidiera porque tendría muchas ganas de hacérmelo. Era claro que quería que me sincerara. Luego me preguntó si yo había tenido relaciones sexuales y le dije que no, me dijo que si yo quería, él podía iniciarme muy suavemente para que no me duela, que sabía cómo hacerlo, le dije que lo iba a pensar y le contestaría al día siguiente. Yo ya tenía bastante confianza con mi tía, y pensé consultarle. Se lo conté y me dijo que ella vio al muchacho cuando conversaba con él en la playa, y que si a mí me gustaba, estaba bien porque parecía un muchacho sano y fuerte, y me dijo que tal vez ese era el adecuado para mi primera vez, un muchacho ya bien formado, bastante viril, que alguna vez tendría que ser la primera y qué mejor que un muchacho conocido de la zona, pero eso sí, me dijo, que sea aquí en la casa. Al día siguiente me encontré con él en la playa, y le dije que mi tía consentía. Se quedó sorprendido pero le gustó la idea, y me dijo que quería esa misma tarde porque estaba “necesitado”. Entramos a la casa y le dije que me espere un ratito, entré al baño y me lavé bien el culito en el bidé, salí y entramos a mi cuarto. Me dijo ¡quítate la ropa!, me desnudé y dejé que me contemple dándole la espalada, tenía miedo, temblaba, él se desnudó y vi su hermoso cuerpo moreno y fuerte, al mirarle la verga lancé un suspiro, pues era gruesa, más que lo que yo veía en los chicos de 14 en el baño. Le dije ¡tengo miedo, me vas a hacer doler con eso”!, me dijo ¡te lo haré despacito, poco a poco, vas a ver que te va a gustar!, ¡ahora agárramelo!, se lo toque suavemente, estaba duro, gordo y caliente. Me dijo ¡échale salivita para suavizarlo! Nunca había hecho eso pero comprendí que era lo mejor para mí, él estaba sentado al borde de la cama, me arrodillé en el suelo, acerqué mi boca, primero se lo besé, no sabía cómo hacer. Me dijo ¡cierra tu boquita, y haz que entre a tu boca poco a poco abriendo los labios! Lo hice, era tan grueso que a las justas cabía en mi boca, sentí un sabor salado y me gustó. Me hizo parar y me sorprendió que me ordene que me echara boca arriba. Me dijo, te voy a cachar como hembrita, piernas al hombro, así tu culito estará más expuesto y tu ojete un poquito más abierto y por eso te dolerá menos, me hizo levantar las piernas abriéndolas, sentí las nalgas más abiertas, sentí que me colocó su verga en mi entrada, se recostó sobre mí y me dijo ¡así, así… Andreíta, así te voy a llamar mientras te rompo el culito! Dije ¡Ayyyhh… de miedo! Cuando sentí que me empezó a penetrar suavemente como me había prometido, poquito a poco hasta que sentí mi ojete completamente estirado a punto de romperse, sentí toda su verga adentro, sus huevos tocaban una y otra vez mis nalgas, me invadió el placer, lo abracé, lo besé, y él me besó en la boca con lengua, un beso largo y maravilloso, sentí un estirón en mi ojete, su verga le empezó a vibrar y sentí caliente dentro de mi culo, me imaginé que me estaba preñando y me gustó más, palpé sus nalgas y se las pellizqué, quería que me llene con su leche y así lo hizo, se quedó un rato largo con su verga dentro de mi culo ya roto, luego se retiró y sentí las nalgas pegajosas y el ojete como irritado y abierto. Me dijo ¡desde ahora serás mi culito! Desde ahora te llamaré Andrea y de daré huevo cuando quiera, ya te rompí el culo, ahora vas a ver recién lo que es bueno, te dejaré un día para que se te cierre un poco, vendré pasado mañana. Cuando se fue, me sentía en las nubes, con el culito abierto, las nalgas pegajosas con el semen del muchacho, y los pezones crecidos y duritos. El cuarto quedó con olor a él, a su sudor y a su semen, y me gustó. A los dos días regresó y me llevó nuevamente a la cama. Se lo hizo mamar, esta vez ordenándome que le lama bajo los huevos, luego me ordenó que me ponga boca abajo, y me empezó a dar nalgadas cada vez más fuerte, me ardían las nalgas pero no sé por qué me empezaron a gustar, me sentía sometida o algo así. Luego me puso en cuatro y me dio por el culo con fuerza, felizmente ya estaba con el culito roto, me dolió pero no mucho, me gustó cómo me lo mandaba, que ría sentir nuevamente su verga vibrar y que me llene nuevamente también el culo de leche mientras me decía ¡Andreíta qué rico culo tienes! Siempre tenía la sensación que me estaba preñando cuando me penetraba de esa manera y sentía que terminaba dentro de mí, quería obedecerle, servirle, lavarle sus calzoncillos, mamárselo, lamerle los huevos, que me haga tragar su leche, que me de cuantas nalgadas quiera, que me deje el culo rojo y ardiendo, él me rompió el culo y mi deber era obedecerle, y así fue durante todo el verano. Durante años fui “su culo”, y siempre lo recuerdo porque despertó en mí mi verdadera sexualidad de la que me enorgullezco y de la que siento entera satisfacción. Ahora tengo pareja formal a la que sé satisfacerla con todo lo que el muchacho de la playa me enseño, y ya sé lo que les gusta a los machos, tengan la edad que tengan. Quiero confesar que aunque no le saco la vuelta a mi pareja, cuando veo un chico adolescente que me gusta, los pezones se ponen duritos y ajusto las nalgas, luego provoco a mi pareja para que me dé por el culo.
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