El Dia de mi Cumpleaños
Antes, con todos aquellos niños, y los padres y las madres. Aquellas madres tan guapas. ¡Qué guapa era la madre de Luisito! ¡Y que pechos!. El caso es que pensando en estas cosas, un hombre joven, de mañana, pues os podéis imaginar.
La puerta de mi dormitorio se abrió. Intenté disimular pensando que era mi madre y me di un poco la vuelta.- ¡Va! ¡Era Juana, la asistenta!.
Juana era una chica de veinte años, una chica que me sacaba la cabeza, hermosa, morena, de cara redonda y labios sensuales, nariz respingona. Un pecho precioso y unas caderas que para qué. Fue causa de muchas peleas entre mi padre y mi madre hasta que se divorciaron. Creo que mi padre no le perdonará nunca que no la acompañara a su nuevo hogar, en cambio yo se lo he agradecido siempre, por que me alegra la vista verla.
Aquella mañana, como otras, por probar, le dije a Juana:
- Mira Juana, ¿Por qué no metes la mano debajo de la manta a ver si encuentras la escoba? -
Era una broma que le gastaba a Juana que me aceptaba por que me conocía desde que era un chiquillo y siempre había estado entre sus faldas, sin conseguir nada. Juana se rió y me dijo.
- ¡Ay picarón! Se lo voy a contar a tu madre.-
- ¡Anda y ve!.-
- ¡En cuanto venga, descarado!.- me dijo sonriendo y fingiendo un falso enfado
-¿Dónde está?.-
- Ha tenido que ir a la seguridad social.-
En seguida me imaginé a mi madre en una cola que daba dos veces la vuelta a la manzana. - ¡Anda, Juana! mete la mano un poquito .-
Juana se fue dando un portazo. Me reí, pero al cabo de un rato, la puerta se abrió y Juana venía hacia mí con un brillo especial en los ojos. Venía sonriendo, con cara de traviesa. Se puso de rodillas delante de mi cama.
-¿Qué haces?- Le dije asustado.
- ¿No querías que te mirara el palo de la escoba? ¡Pues ya ves!.-
Su mano se metió entre las sábanas y la sentí sobre mis muslos, aproximarse a mis calzoncillos y luego, los sentí bajarse como por arte de magia y sentí aquellas manos de trabajadora doméstica sobre mi pene que estaba totalmente terso.
Aquella chica puso a recorrer mi nabo con sus dedos. Me pareció la sensación más maravillosa del mundo, se ponía a arañarme los testículos. Su boca se acercó a la mía y me besó. Yo ya pasaba de tirar de la sábana hacia arriba. Ahora me giraba hacia ella y buscaba el tacto de sus muslos, introduciendo la mano por su falda. Aquellas medias daban a su pierna una textura suave y agradable.
Juana comenzó a agitar mi pene, cuando al tocar la punta, vio que un hilito viscoso salía de mí. Busqué el calor de su pecho en el escote de su camisa abierta, intenté hacer este escote lo más grande que pude rápidamente. Sentía que me iba a correr y deseaba tener su pecho en mi boca. Sólo en última instancia saqué un pecho de su sujetador y clavé mis labios sobre su pezón, que me pareció inmenso.
En ese momento, uno de sus dedos me tocó justo debajo del prepucio, mientras otros dedos me estrujaban los testículos. Mi pene comenzó a soltar, dentro de la cama, un chorro de semen viscoso que mancharon las sábanas. Juana no paró hasta que no me hubo vaciado.
Al ver que me había corrido, Juana se levantó y se puso bien la falda y luego, el sujetador y la camisa. -No ha estado mal, mamoncete... Otra vez será mejor.- Aquello me dejó preocupado, pues temí no haber estado a la altura de las circunstancias. Luego, Juana, ya en su papel me dijo - No te preocupes por las sábanas. Hoy tocaba cambiarlas.-
Me vestí rápidamente. Era tarde y era ya la quinta vez de la semana que llegaba tarde. No estaba mal para ser viernes. Si llegaba tarde seguro que en recreo tendría que hablar con Doña Eva, la tutora. Me cogí unas magdalenas que fui comiendo durante el camino. Perdí un autobús detrás de otro y llegué tarde.
EL profesor me miró de mala manera y me dijo. - Gerardo... pásate por el recreo a la sala de profesores y habla con Eva.-
No es que me preocupara el tema, pero hablar con la Eva era hablar con una mujer de veintitantos tacos que estaba buenísima y que siempre te miraba por encima del hombro, te mira duramente y te dice unas verdades que levantan ampollas. Así son las tías.
Llegó el recreo. La Eva no estaba en la sala de profesores. Estaba en el salón de actos haciendo un examen. Al verme aparecer me hizo una señal. Yo pensaba que me daría puertas, pero que va.
Tuve que esperar a que el último de los chicos terminara el examen. Imaginaos. Un cuarto de hora del recreo sin ver a las doce chicas de las que quiero ser novio. Allí estaba Eva, la profesora de latín, con unas gafas de culo de baso, morena, pero ¡Qué morena!, Me sacaba la cabeza y tenía un culo de esos que da gana de palmotear cuando pasan. Un pecho generoso y la minifalda azul dejaba asomar unos muslacos enfundados en unas medias negras.
Tenía unos labios pintados de rojo que los hacían aún más abultados de lo que eran y contribuían a remarcar más su mandíbula cuadrada y sus pómulos salientes.
- ¡A ver! ¡Gerardo! ¡Dime lo que tenemos que hacer para que llegues temprano al centro!- Yo callaba. Ya la conocía. Si hablaba me chillaría como una histérica y tomaría represalias. Si callaba, me miraría con compasión y me daría doscientas razones para llegar pronto al colegio.
Empezó con una retahíla de argumento para que no llegara tarde y tras esto, me empezó a enumerar un buen número de medidas para llegar pronto. En ese momento, empecé a notar el tono cada vez más dulce de Doña Eva
.- Una de las cosas que no debes hacer es masturbarte por las mañanas.-
- Pero Doña Luisa. ¡Yo no!.-
-¡NO me digas que no! ¡Todos los jóvenes os masturbais!.- Creía que la había jodido. Al hablar, Doña Luisa montaría en cólera, pero para mi sorpresa, Doña Luisa parecía volverse a calmar. Se me aproximó a mí, que estaba sentada, a indicación suya en una de las butacas de la sala.
-Mira, Gerardo. A mi no me tienes que engañar. Yo también me masturbo a menudo.- Pensé "trágame tierra". Pero ¿Qué estaba diciendo esta tía?. ¿Le habría entrado una enfermedad contagiosa? ¿O serían las secuelas de una noche de marcha?. El caso es que sin mediar provocación alguno, la profesora me miró y tras pasarse la lengua por los labios, comenzó a desabrocharse la camisa, y luego, el único botón delantero de un sostén que dejaron al descubierto dos domingas enormes, con unos pezones bien marcados y puntiagudos.
-¿Los ves Gerardo? ¿Lo ves lo caliente que me pones?.- La maestra se sentó en mis rodillas, con las piernas abiertas. Yo retrocedía contra el respaldo de la butaca. Los dos muslacos de Doña Eva aparecían a un lado y otro de mi cintura.
Doña Eva me puso en ese momento las tetas en la cara. No diré que me asfixiara, pero sí que inundaba mi cara con sus pechos, a ambos lados de mi cara. Mi nariz y mi boca, sumergidos en el canal de su pecho, olían el embriagador perfume de su cuerpo. En ese momento oigo un "rrrriiiiisss"· Una sensación rara en mi entrepierna. La profesora me estaba abriendo la bragueta. No podía hacer nada. No pude evitar que manipulara mis calzoncillos hasta que finalmente me sacara la minga, bastante tiesa.
-¿No lo ves, Gerardo?¿No lo ves como me pones?.- Doña Eva se puso de rodillas ágilmente y comenzó a mover sus pechos delante de mí. La tenía entre mis piernas, pero ella tenía mi minga entre sus pechos. Yo sentía su suave piel detrás del prepucio y en los testículos.- ¿Lo ves Gerardo?.-
A mí jamás se me había ocurrido que eso se pudiera hacer. Creo que se llama una "cubana" o algo así. El roce de sus pechos en mi nabo hacía que me excitara. No me podía levantar, pues encima, me agarraba de los brazos y presionaba con su cuerpo en mis piernas y no le podía decir nada, por miedo a que me armara un escándalo.
De pronto, y aunque intenté evitarlo, empecé a sentir que me iba a correr. - Doña Eva... ¡Doña Eva!.-
- ¡Tutéame, cariño!.-
El semen empezó a salir de mi pene y comenzó a llenarle sus pechos. Mi sorpresa es que, lejos de apartarse, empezó a moverse aún más y a llenarse toda de mi semen. Parecía una loca.
Después, mucho después de que hubiera acabado de correrme, con las gafas de medio lado y un rictus en la cara que le hacía perder toda su expresión de fiera, se levantó. Buscó temblando un pañuelo en su bolso con el que se limpió mi semen mientras miraba a un sitio y a otro. Se puso bien las gafas de una vez.
- ¡Bueno, Gerardo!.- Me dijo aún temblando. (Yo no estaba mejor. Me había quedado de piedra).- Será mejor que te vayas y no llegues más tarde.-
Me levanté rápidamente y me fui con sigilo pero con toda la rapidez, como un gato que tiene cerca de un perro,. De repente me llamó - ¡Ah! ¡Gerardo!.- Me dí la vuelta asustado.- Es mejor que no le digas a nadie lo que ha ocurrido.- Si supiera que lo escribo para que lo publiquen ¡Me mata!.
Bueno. Os podéis imaginar durante el resto de las clases, lo atento que podía estar. No hacía más que pensar en la experiencia del recreo. Al fin se acabó la semana. Viernes tarde. ¡Cachondeo! ¡Cachondeo!
Al llegar a casa., me abre Juana.- ¡Hola mozalbete!.- Nunca me había dicho eso, pero es que además, conforme entré, cogió y me echó mano a la entrepierna y me estrujó los testículos.
-Hola mamá.-
- Hola, Gerardo.- Me dijo sin mirarme. - Te tengo que decir dos cosas. La primera es que tienes que ir al piso de la vecina. Me ha pedido que le ayudes a subir unas cosillas encima del armario.-
La vecina. Una mujer de treinta y tantos años. Una divorciada excéntrica, que no hace más que cuidarse del tipo. Siempre me había mirado de arriba abajo, pero ahora, con diecisiete años me pide que le ayude. ¡Vamos hombre!
Fue a rechistar pero...-¡Tú te callas! ¡Te vas a ver a la vecina y le ayudas! ¡Y no me repliques o te doy con la zapatilla!. -
La zapatilla. Una vieja amiga de mi culo. Cuando mi madre entraba en cólera, su arma favorita era la zapatilla. Juana me miraba con cachondeo. Con ironía.
Con todo aquello, a mi madre se le olvidó decirme lo segundo. Comí en silencio y me fui a dormir la siesta. Me quedé dormido en seguida y al despertarme, no me dio tiempo ni a lavarme la cara cuando la voz de mi madre sonó al otro lado del pasillo -¡¿Gerardo?!.-
-Ahora voy, mamá. Ahora voy.- Con voz lastimera y a paso lento abrí la puerta de la casa y llamé en la de la vecina. Esperaba que estuviera fuera de la casa, pero no. No tardó en abrirme.
Doña Nuria, una castaña de pelo corto y cara redonda, de labios grandes y sensuales, estaba ataviada con una ropa muy ajustada de hacer aerobics. No parecía en cambio que estuviera sudando. -¡Uy! ¡Gerardo! Me iba a hacer footing, me has pillado de milagro, por que pensaba que no ibas a venir ya.
Doña Nuria lucía unos pantis de color verde chillón que se ajustaban tanto a su cuerpo que se le notaba al mirarla al toto, los dos labios de su sexo. Aquello, a un chico de diecisiete años, le impacta. Luego, cuando se dio la vuelta busqué inútilmente la costura de sus bragas. Y ¿Qué decir del maillot que cubría su cuerpo, con un escote que dejaba ver una canal del pecho, con un brillo especial, por el sudor de los ejercicios de calentamiento.? ¡Joder, al verla así me parecía que estaba muy buena!
-Doña Nuria ¿Dónde pongo esto? -
-Kuki , cariño. Llámame Kuki.-
Yo estaba encima de una silla y ella me daba cosas que yo colocaba encima del armario. Joder. Eso lo podía hacer ella. Pero desde mi sitio, cada vez que se acercaba y miraba el escote, me ponía a cien. La muy tuna se dio cuenta de que me estaba poniendo ciego, y en lugar de cubrirse. ¡Va y se ríe!
- ¡A ver como a quedado eso!.- Doña Nuria me hizo un gesto para que me bajara y ella se subió. Me pareció que iba a perder el equilibrio y le agarré de la cintura. ¿O tal vez de más abajo?. El caso es que tuve el culo suyo a la altura de la boca y tuve que resistirme para darle un bocado.
- ¡Ah! ¡Pues ha quedado muy bien!.- Y dicho esto, la cogí de la cintura para ayudarle a bajar. Ahora lo que pasó por delante de mi cara como un pastel fueron aquellas tetas deliciosas.
--¡Muchas gracias, Gerardo! ¡Qué atento eres! ¡No se como podría agradecértelo!.-
Doña Nuria de repente pareció pensar y me miró con una cara pícara pícara y me dijo -Bueno, Sí. Sí se como agradecértelo.- Y dicho esto me dio un empujón y me tiró sobre el sofá.
-¡Pero Doña Nuria! Aquello no parecía hacerle mucho efecto, pues se puso de rodillas sobre mí y me desabrochó la correa de los vaqueros y luego me los desabrochó y tiraba de ellos.
- ¡Kuki! ¡Qué hace!.-
- ¡Tú calla, mequetrefe! ¡Te voy a hacer un hombre!.-
Me quedé de piedra nuevamente. Me intenté incorporar pero Doña Nuria, con un gesto delicado pero forzudo, me tumbaba de nuevo. Se sentó sobre mi vientre.- ¡Doña Nuria! ¡Kuki! ¡Pero que me aplasta!-
-¡Anda ya blandengue!.- Me decía mientras se quitaba los zapatos y luego el pantis. Doña Nuria llevaba una de esas bragas que son una tira por detrás. Se incorporó y quedé impresionado pro unas nalgas grandes pero preciosas. Se deshizo de las bragas y de repente, se puso de rodillas de nuevo encima mía.
Doña Nuria me bajó los calzoncillos lo suficiente como para sacar mi pene medio empalmado. Lo estuvo tocando con fuerza, casi como si estuviera ordeñando. - ¡Ay! ¡Qué cosita tiene mi hombre por aquí.-
En un gesto atlético se deshizo del maillot y me aparecieron sus dos tetas, delante mía. Eran dos pechos preciosos. Más pequeños que los de Doña Eva, pero mayores que los de Juana. Doña Nuria estaba ahora más calmada y comenzó a desabrocharme la camisa. ¡Ay! ¡ si mi lobo no tiene todavía pelos en el pecho! ¿Y en los huevecitos?.- Y dicho esto, metió la mano dentro de mis calzoncillos y cogió mis testículos apretándolos suavemente.
-¡Ay! ¡Qué lechecita más rica tienes que tener!.- Y dicho esto, me cogió otra vez el pito y me lo metió entre sus piernas. Yo nunca había estado con una mujer y me sorprendió el calor que sentía en el pene y que estuviera mojado. Doña Nuria se la metía poco a poco y empezó a moverse. Delante de mí, desde abajo, veía aquellos pechos que comenzaban a votar como consecuencia del movimiento de mi vecina.
La mujer se movía de manera que sentía como mi pito subía y bajada, salía y se metía. Y cada vez más rápido. En algún momento estaba preocupado por que pensaba que se me iba a doblar la picha.
Total, que tanto meneo, tanto meneo, al final, empecé yo también a arquear mi cintura y a buscar el roce del interior de su sexo en mi pene y no tardé mucho en correrme. Al sentir caer mi semen, al sentir mi eyaculación, Doña Nuria se disparó, empezó a moverse como si de una carrera se tratara y estuviera en el esprin final y de repente, aquellos movimientos enloquecidos se convirtieron en unos amplios pero lentos movimientos de cintura, mientras respiraba agitadamente.- ¡Aaaayyy Aaaayyy AAAAAhhhhhh!.-
¡Era verdad lo que decía Pablito, el chico de la cuarta fila! ¡Las mujeres también se corrían! ¡Joder! Estaba orgullosísimo. Salí de la casa de Doña Nuria sintiéndome un hombretón. -¡Adiós Gerardo! ¡Pásate por aquí otro día! ¡Tengo un montón de cosas que poner en el armario!.-
Mi madre me esperaba.- ¿Gerardo? ¡Habéis tardado mucho! ¿No?.-
No se por qué mi primera reacción fue mirar a ver si tenía la bragueta desabrochada.- Bueno...es que tenía muchas cosas que subir al armario.-
-Mira, Gerardo, te tengo que decir la segunda cosa. Va a venir tu tía Mercedita a verte. ¡Cómo es tu cumpleaños!.- En ese momento la cara de mi madre cambió y se llenó con una sonrisa angelical.- ¡Felicidades, pichurri! ¿Por qué no me has dicho que era tu cumpleaños?.-
Mi madre me dio doscientos besos. No se fijo demasiado en la cara de frustración que se me ponía al saber que la tita Mercedita vendría a verme. Había quedado con los amigos y el plan se me había chafado. No es que la tita Merceditas me cayera mal. Al revés, era muy simpática y solía darme dinero, pero...
Llamé a mis amigos diciéndoles que no nos veríamos aquel día, sino que más bien sería el sábado. A las seis de la tarde llegó tita Merceditas. No sé si fue que venía vestida más que moderna, o mi desarrollo hormonal. El caso es que se me antojó que la tita Merceditas tenía un trasero muy bonito.
Venía con un vaquero ajustado y un sueter ajustado y escotado en la espalda y por delante, como para apreciar que había ido ya a la playa y que tenía dos tetas preciosas. Mi tía era rubia de pelo lacio y un poco largo. Tenía los ojos marrones claros y la nariz chata. Sus labios eran carnosos y sensuales y como ya os he dicho, era mi tita preferida. Hacía unos meses que no la veía.
- ¡Ay cariño! ¡Cómo has crecido!.- Me dijo dando un gran grito.- ¡Estás hecho un hombretón!.- La verdad es que al decirme eso me puse un poco colorado y un poco vanidoso. Luego se sentó a hablar con mi madre. Lo normal es que yo las hubiera dejado hablar solas, pero de repente, sentí una gran atracción hacia tita Merceditas. Cómo movía la boca, cada gesto ¡Hummm!.
Trascurrían las horas y no paraban de hablar. Mi madre le ofreció a mi tía algo de beber. Aceptó. -¡Ponle algo a Gerardo! -
Mi madre me echó un baso de cola y a regañadientes, un dedo de ginebra. Estaba realmente prendado por mi tía. En esto se pusieron a hablar de papá. Fui despedido por mi madre de la habitación. Me levanté a regañadientes y fui a mi habitación. Oí el teléfono desde mi cuarto. -¿Si? ¡Pituca !¡Qué alegría!.-
Una llamada de Pituca solía durar de hora y media a dos horas. A la media hora, parece ser que tita Merceditas se cansó de escuchar la conversación y apareció por mi cuarto.- ¿Qué haces, Gerardo?.-
Mi tía me había pillado con las manos dentro del pantalón. No estaba haciendo nada raro, sólo arrascarme, pero la verdad es que tita Merceditas debió interpretar otra cosa. Se sentó en mi cama, junto a mí al verme colorado. -No te preocupes. Si todos hemos pasado por esa edad.-
Vaya. Parecía que la tita era muy comprensiva. Quizás demasiado, por que comenzó a meter la mano entre mis muslos y se aproximaba demasiado a mi bragueta. Yo, tenía una vista fenomenal del escote. No me había dado cuenta nunca de esas pequitas en su escote. - Tienes que darte cuenta que se van a producir unos cambios muy importantes en tu vida y que tu desarrollo te permite hacer cosas que tienes que descubrir.-
Su voz me embelesaba y uno de sus dedos me rozaba el paquete. Su mano proseguía su camino ascendente y pronto sentí el ruido de la cremallera bajarse mientras escuchaba la conversación de fondo de mi madre con Pituca.
-Por ejemplo. Tienes que aprender a utilizar esto.- Y dicho lo propio, me sacó de la bragueta mi minga, ya a mitad de rendimiento, esperando recibir nuevos estímulos. Mi tita me ruborizaba.- ¿Eres virgen?.- No me dejó responder cuando ya me estaba haciendo otra pregunta ¿Te la han mamado alguna vez?.-
-No.- Respondí rápidamente..- Pues ahora vas a ver que gusto.-
Tita Merceditas no lo dudó y acercó su boca a mi picha. Empecé a sentir la agradable sensación de sus labios alrededor de mi falo y luego la lengua. Yo creo que mi tita se ha comido muchos nabos antes del mío, pero no lo puedo asegurar, pues no soy un experto del tema. Lo cierto es que a mí me puso en un minuto al borde mismo del orgasmo. Fue entonces cuando encima me agarró el nabo en la palma de su mano y empezó a lamerme con saña.
Veía la cabeza de hermosos pelos rubios y sus cejas y su nariz y detrás su boca, y como sus movimientos correspondían con un delicioso estímulo. Puse mis manos sobre sus hombros y le acaricié su espalda morena hasta que después de un rato en que pensaba que en cualquier momento podía eyacular, comencé a hacerlo, sin poder avisar a mi tita.
Tita Merceditas, lejos de asustarse, comenzó a mover su lengua y su boca más y más hasta percatarse de no dejar ni un resto de lamer. Cuando hubo acabado, se levantó y con la voz temblorosa, me dejó un importante regalo de cumpleaños. -¡Toma! ¡Esto para que te compres un videojuego!.-
Se fue. Mi madre seguía hablando por teléfono, por lo que antes la ví dirigirse al servicio, supongo que para lavarse los dientes. ¡Yo que se! El caso es que después de aquello, decidí que lo mejor que podía hacer es acostarme para recuperar fuerzas. Me acosté temprano y me levanté al día siguiente tarde y con ojeras.
Si opináis que este relato es mentira, por favor escribir a egarasal1@mixmail.com Si por el contrario pensáis que lo ocurrido es cierto, por que a vosotros os han ocurrido cosas parecidas, escribir a egarasal1@mixmail.com Gracias.
Egarasal FOTOS
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